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Historia de un suicidio.

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No podía creer lo que iba a hacer, no después de tanto tiempo. Pero sí, aquel era el gran día.
Me levanté de mi silla del escritorio justo cuando mis padres cerraban la puerta. "Iván, cariño, salimos. No sé cuando volveremos, pero no esperes a menos de las 2", me habían dicho. Abrí la puerta de mi habitación y salí al pasillo. Fui a la cocina a por un vaso de agua.
Acto seguido, me dirigí al baño. Estaba todo perfecto, limpio, ordenado. Inmaculado. Era, simplemente, perfecto. Quité todos los jabones del hueco de la bañera y puse velas blancas. Las encendí y esperé unos instantes. En la bañera, eché sales de baño, aceites de lavanda y jazmín, unas hojas de menta, sal gruesa, una infusión de té, una taza de tila, media de miel y apagué todas las luces, quedando la que emanaba de las velas como única iluminación en toda la casa.

Abrí el grifo y lo dejé en agua templada, una vez lo abrí al máximo. Me paré delante del espejo y me quité la camiseta. Me desabroché los vaqueros y los dejé caer. Desaté mis zapatillas, y me quité los calcetines, quedando reflejada en el espejo una figura pálida, delgada, con bóxers negros como única prenda.
Suspiré y me dirigí a mi habitación otra vez. Me despedí en el messenger, sin darles tiempo a contestar, y cerré el programa. Abrí un cajón y saqué todo lo que necesitaba en esos momentos: un papel escrito, una hoja de cúter gruesa y afilada y cuatro cajas de somníferos.

Me dirigí al baño caminando con un poco de prisa, y cerré el grifo. El agua había subido ya hasta menos de tres palmos del límite de la bañera. Removí el agua para que se disolviera todo. Me quité mis collares: una cruz invertida, un símbolo tribal que me regaló mi ex novia y el símbolo celta de la buena suerte, regalo de mi madre. Me quité mis pulseras: Una era a rayas rosas y blancas, me la encontré un día en el suelo del polideportivo del instituto. La otra era blanca, un regalo de Bonnie, amiga mía, y la otra era a bolitas negras, azules y rojas, regalo de mi abuela cuando fue al País Vasco. Luego me quité mis tres relojes: uno, regalo de mi madre, marcaba la hora de Estados Unidos, otro, regalo de mis padres, marcaba la hora de España, y otro, regalo de mi madre, la de Islandia.

Fui a mi habitación de nuevo y saqué un folio con diversas inscripciones y símbolos por un lado y un amuleto rúnico en el otro. Me dirigí al baño, y dejando todo en el suelo, puse dos velas blancas. Las encendí y dejé el folio entre ellas. Coloqué todo en el centro del círculo. Volví a mi habitación y cogí el folio, la cuchilla y los somníferos, que había dejado en mi cama. Los dejé en una esquina, al lado de las velas, listos para usar. Llevé un vaso de agua  lo dejé allí también.

Puse música, y, tras cerrar los ojos y quitarme la ropa interior, me metí en la bañera con un espejo. Al notar el agua contra mi fría piel, no pude más que dejar escapar un gemido de placer y molestia. Me mojé la cabeza y procuré que todo estuviera dispuesto. Dejé la hoja escrita en el suelo: ya la encontrarían. En ella había escrito muchas cosas: cómo era en ese momento mi vida, cómo era la vida de los demás, y el por qué de mi decisión. Cuando la policía la leyera, musitaría algo así como 'depresión'.
Abrí las cajas de somníferos y fui sacando las pastillas, una a una, y poniéndolas en otro vaso vacío. cuando el vaso estubo lleno del todo, no quedaban pastillas. Me metí un puñado en la boca y bebí un poco de agua. Las tragué. Me metí otro puñado y las tragué con un poco de agua. Repetí la operación hasta que no quedaron pastillas. Esa decisión era especial: si mis venas sobrevivían, al menos tendría un 'comodín'.
Cogí la cuchilla y me miré las muñecas. Mierda, estaban llenas de antiguos cortes. Usaba manga larga para que nadie los viera, pero no creía que fuera a surtir efecto. En fin, qué mas daba. Deslicé la cuchilla, con experiencia y precisión, perpendicular a las venas que recorrían mi muñeca izquierda. Un poco de dolor, nada más, y la sangre comenzó a salir. Luego, la deslicé siguiendo la vena, haciendo una especie de 'T' en el antebrazo. Me dolía, pero qué coño daba. Metí el brazo en el agua caliente y sentí un pequeño alivio. Repetí la operación en el otro brazo. Ya estaba hecho. Me hice unas pocas rajas más en la barriga y me deslicé más adentro en el agua, esperando el momento. Me sentía cada vez más débil. Intenté reflexionar sobre lo que había hecho en la vida y cómo se lo tomarían mis familiares y conocidos. Por mí les podían dar. No me habían traído más que problemas y depresiones.

Mientras se nublaba mi vista, intenté recordar todas las sonrisas que me habían dirigido en mis 15 años de existencia. No pude contarlas. En fin, pensé, el daño ya estaba hecho. Así que, simplemente, cerré los ojos y dejé que la muerte me envolviera lentamente con sus fríos brazos, liberándome de todo y haciéndome etéreo, eterno. Adiós.
Bueno, antes que nada, hola xD.
Well, esta historia la hice porque me aburría mucho, y nada, me puse a escribir.

Varios:

- Es la perspectiva que tengo del suicidio.
- Es la manera en que yo lo haría.

Pues nada ^^, espero que os guste, un saludito a todos :heart:.
© 2007 - 2024 Irialis
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mydenialtwist's avatar
ostias.

yo k se me a gustado escribes con realismo pero fantasia. supongo k sabes a k m refiero. pro a mi me a exo gracia lo de los 3 relojes. ken pijo lleva 3 relojes a la vez :P ahora me vas a decir ke tu. anda. pero esta bien escrito.