Ensayo II?

Cerré los ojos y me dejé llevar. Él me tomó de las manos, me atrajo hacia sí, yo estaba encima de él. Notaba todo su cuerpo vibrar, palpitar, deseoso de mí, deseoso de que le diera un poco de aquello que los dos necesitábamos.

Lentamente, poco a poco, sus labios se fueron acercando a los míos, ambos entreabiertos. Cuando se rozaron, un enorme cosquilleo me recorrió la espalda, haciendo que me estremeciera y mi piel se erizara.
Apenas a unos pocos milímetros, apenas el espacio de un momento, el tiempo se detuvo. Estaba lista. No era la primera vez que lo hacíamos. Sí era la primera vez que había algo fácilmente palpable en el ambiente. Cuando se encontraron, se fundieron en uno solo, cuando los dos dejamos escapar todos los sentimientos que habíamos albergado y ocultado hasta el momento, escondiéndolos en recónditos rincones de nuestra persona, nuestros ojos comenzaron a llorar.
Llevábamos años esperando ese momento.

Cuando todo acabó, él me miró fija y rotundamente a los ojos. Veía en sus ojos de chocolate una expresión que no olvidaré jamás. Una expresión que no oculta, en el más mínimo de los detalles, el alma.

Y mis sospechas se confirmaron.

-Te amo- me susurró.