Algo alegre que poner.

Cierro los ojos y me dejo llevar.
La música llena el ambiente, limpia las malas ideas y me purifica interiormente. Sonrío y dejo que mi imaginación fluya, libre, sin obstáculos, sin complicaciones. Princesas, castillos, noches y sirenas, dioses y batallas, amores no correspondidos, Romeo, Julieta, un dibujo, mis bodas, mi hija, viajes a lugares imposibles, amor cortés.

Alargo el brazo buscando su mano y ella me la coge. Aprieta y yo se lo devuelvo. Noto su cabeza apoyándose en mi hombro. La amo. Me ama. Nos amamos, lógicamente. Es mi novia, pronto puede que sea mi mujer. De acuerdo, es mayor que yo, pero eso no importa. Sus padres no aprueban la relación, pero tampoco importa. No nos importa que la gente nos mire por la calle, que susurre cuando nos besemos ella y yo; no nos importa que nuestros padres nos regañen por estar juntos.
No, no nos importa, sólo nos importamos nosotros. Qué mejor sensación que el roce de sus labios con los míos, su suave piel en contacto con la mía, sus negros cabellos cayendo en cascada cuando se coloca sobre mí, y me mira, con esos ojos negros como la más cálida noche de invierno, la más fría noche de verano. Me pierdo en sus ojos, negros como el mar en calma. Y su cuerpo, qué decir de el, una escultura en movimiento.

Es la cosa más preciosa que ha pasado por mi vida, ella. Disfruto cada segundo que paso con ella, sí, cada instante, cada beso, cada abrazo, cada canción, cada paseo, cada roce, cada vez que me ama con esa locura.

¿Y qué mas decir? Creo que está claro, ¿no es así?

Te amo.